martes, 13 de octubre de 2015

IQUIQUE Verano junto al mar, todo el año



Iquique es una ciudad que sabe vivir la vida. Bordeando la playa, frente los altos edificios blancos no te extrañará ver pasar un deportivo descapotable por la costanera.

La zona franca que opera desde 1975 transformó a esta ciudad en un centro de intercambio comercial con los países del Mercosur y el Asia Pacífico, principalmente. Eso para grandes ligas, pero para el turista aventurero es el Mall Zofri (Zona Franca) donde se pueden comprar desde productos electrónicos, perfumes finos y licores, hasta extraños objetos luminosos que nadie sabe para qué sirven. Y también todo tipo de vehículos.

Si no eres de los que incluyen el shopping en un tour, puedes pasar el día frente al mar. La temperatura promedio anual es de 18°C, y en un sector llamado “La península”, en medio de las playas Cavancha y Brava, encontrarás muy buenos restaurantes donde preparan el auténtico mango sour. Este fruto tropical de sabor cremoso es uno de los tesoros de la región.

En los oasis de Pica y Matilla, al sureste de Iquique, están las plantaciones de esta fruta además de las de guayabas, naranjas, pomelos y limones.

El circuito de Mamiña también es uno de los más recomendados para conocer la precordillera. Incluye baños termales y sitios de valor arqueológico.

Hacia la pampa, “oficinas salitreras” abandonadas, como la de Humberstone, cuentan del pasado minero de la zona, con sus sacrificios y placeres. También Pisagua, puerto salitrero que aún conserva edificios de la época de oro de la explotación de este mineral.


En honor a la historia, Iquique también ha rescatando su casco antiguo, de alto valor arquitectónico, y refaccionados museos. Sin duda, es una ciudad para esa escapada que andas buscando.

viernes, 9 de octubre de 2015

Isla de Pascua

Rapa Nui, el ombligo del mundo



Rapa Nui o “Tepito Ote Henua” (“Ombligo del Mundo”), como la llamaban sus antiguos habitantes, es la isla habitada más remota del planeta. No hay otra porción de tierra en el mundo tan aislada en el mar y esa misma condición le otorga un aura de fascinante misterio.

Es un Parque Nacional, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, y que tiene de todo y para todos: playas con arenas de color rosa, como la de Ovahe, o de encanto paradisíaco como la de Anakena, volcanes y praderas para recorrer a pie o a caballo, flora y fauna marina para descubrir buceando, cavernas para recorrer en silencio, y moais que fueron testigos del auge y la caída de una sociedad estratificada y compleja.

Se estima que los primeros habitantes de Rapa Nui llegaron desde las Islas Marquesas en el siglo VI y que durante más de mil años no tuvieron contacto con el exterior. Eso hasta que el domingo de Pascua de 1722 fue descubierta para el mundo occidental por el navegante holandés Jakob Roggeveen, quien describió a los rapanui como “un sutil pueblo de mujeres hermosas y hombres amables”.

En la isla se desarrolló una cultura compleja, que tras su apogeo cayó en la escasez de alimentos y las consecuentes luchas tribales. El espíritu de esta cultura sigue vivo en sus habitantes, su lengua, sus vestimentas, su música, sus bailes, su artesanía y sus comidas. Cada mes de febrero, la vuelta a las raíces alcanza su punto máximo en la Tapati, una fiesta de dos semanas cuyo corazón son las tradiciones y donde los rapanui se pintan el cuerpo como lo hacían sus ancestros, compiten en pruebas asombrosas, cantan, bailan y eligen a su reina.


El resto del año el encanto de la isla no disminuye. Su clima es permanentemente cálido, su infraestructura turística y de servicios mejora sostenidamente y la tranquilidad y belleza del entorno, junto a la gracia de sus habitantes, hacen que uno quiera volver siempre